lunes, 17 de febrero de 2014

Cáceres vive su tiempo entre costuras

Entre hilos y alfileres conviven los responsables de materializar deseos sobre la tela. Desde arreglar una cremallera que no sube o zurcir un botón hasta confeccionar modelos completos a medida, los sastres, costureros o modistos, como queramos llamarles, conocen los misterios de una de las profesiones más longevas.

Así, la escritora María Dueñas se inspira en este oficio ancestral para dar vida a Sira Quiroga, la joven modista de 'El tiempo entre costuras' que aprendió un trabajo gracias a su madre, costurera en el taller de Doña Manuela, un personaje que protagoniza Adriana Ugarte en la pequeña pantalla.
No obstante, aunque la figura de Sira Quiroga no existe más allá de las páginas de un libro en la mesilla ni de unos capítulos en la televisión, sí lo hace la esencia que atesora un oficio que se ha ido transmitiendo de generación en generación hasta la actualidad.
Esencia que toma forma en la ciudad de Cáceres con figuras como las modistas Felisa y Carmen, el satre Antonio Holguín, el modisto Sebastián Navarro o la familia Avila.
En el caso del joven Miguel Avila, ha heredado la afición por la moda y trabaja en El Dedal Extremeño, taller que su padre Antonio mantiene abierto en el centro comercial El Descubrimiento desde hace más de 17 años. De ese modo, padre e hijo regentan un negocio encargado de arreglar prendas a tiendas y a particulares que se ha extendido a Badajoz y Mérida.
Con casi veinte años al frente de un negocio, ambos coinciden en un punto "la costura tiene un problema, es un negocio que no ha estado ni estará nunca lo suficientemente remunerado" según aclara Antonio, quien añade que no superan los "10 euros la hora" y que por eso "es una profesión de vocación, te tiene que gustar".
Un pensamiento que comparte Antonio Holguín, cacereño que también heredó la profesión de su familia y decidió dedicarse al mundo de la confección hace veinticuatro años. Aunque él aclara que acabó en este mundo "por ser mal estudiante. No quería estudiar asi que tenía que trabajar", lo ha convertido en su manera de ganarse la vida.
"Empecé a los 18 años, estudiando corte y confección en el taller que mi abuelo, Antonio Holguín León, tenía en las traseras del gran Teatro, mi padre lo heredó y él ha sido mi profesor" explica Holguín, quién asevera que su familia fue pionera en instalar un taller en la ciudad porque según manifiesta "cuando mis abuelos llegaron no existían sastres ni tiendas destinadas para arreglos de ropa".
Sus clientes le definen como un modisto con un carácter "particular", una afirmación que Holguín rebate argumentando que "la gente se sorprende porque no está acostumbrada a que se le trate bien, pocas veces me han dicho que no les trate así".
Al igual que sus compañeros, el sastre de la calle Médico Sorapán asegura que a día de hoy la situación de los pequeños modistos es "dificilísima, tal y como está el país, la crisis está afectando como con todo", aunque revela que "de mi trabajo nadie se hace rico, pero vamos aguantando. Me voy manteniendo con mis clientes fieles", una conclusión que remata con una premisa que se repite en el resto de sus semejantes, "la costura es muy sacrificada, muchos años de perfeccionamiento, te agota muchísimo". Pero no por ello se ha planteado dejarlo.
Un tercer representante, Sebastián Navarro, lleva 44 años ganándose la vida con la moda y desde el año 1990 regenta su taller en la calle Rodríguez Moñino. "Yo empecé a trabajar por casualidad en una tienda como podía haber empezado en otro tipo de actividad, mis ganas por la moda, a partir de ahí fui creciendo dentro de este mundo" declara el sastre quien remota sus inicios a una fábrica de industria textil en la ciudad condal a los 14 años.
De esta manera, Navarro compagina su taller de costura, confeccionando vestidos de fiesta, de novia o reciclando prendas de todo tipo que recibe de los clientes. A su vez, durante el año recibe a alumnos de la Universidad Laboral para que reciban sus prácticas y organiza talleres cortos de reciclaje de prendas, "la gente viene interesada y yo les ofrezco mi ayuda para que 'rediseñen' su ropa".
El último ejemplo lo protagonizan las modistas Felisa y Carmen, dos costureras con más de 15 años de experiencia que realizan su trabajo a la vista de sus clientes tras las vidrieras de su taller en el local 5 del centro comercial de Cánovas. Desde encargos de confección hasta arreglos de todo tipo de prendas, las dos socias trabajan con una frescura digna de admiración.
 Los sastres del siglo XXI
El oficio que antes pasaba de abuelos a hijos y de padres a hijos, rompe con más frecuencia los lazos con el parentesco.
Si bien es cierto que asociaciones y organizaciones privadas se interesan la moda y se añaden a la oferta de enseñanza, en la ciudad, tras el paso del tiempo, sobreviven dos organismos oficiales y de acceso público que han conseguido transmitir la pasión por el oficio y formar a los nuevos sastres y modistos.
En primer lugar, se encuentra la Universidad Laboral, el único centro de Extremadura en el que se imparte el ciclo formativo de grado superior de Patronaje y Moda que cuenta en la actualidad con 35 alumnos, según afirma la encargada de impartir las clases, Casti Mora, quien asegura que es se dedica a enseñar porque "realmente me fascina, lo he vivido porque mi abuelo hacía calzado y mi abuela, la Borrega, trabajaba con piel". La profesora, que lleva dedicándose desde el 1987 a la moda pues "trabajaba en una empresa haciendo patronaje industrial", deja que los alumnos trabajen la creatividad "siempre les propongo que tomen iniciativas". Asimismo, Mora concluye que gracias al esfuerzo, "tengo un taller con una maquinaria que cuando invito a los empresarios se sorprenden".
Por otro lado, convive con la anterior la Universidad Popular, donde desde 1984 llevan formando a profesionales. Actualmente, imparten un curso de Costura Básica con 15 alumnos y con una duración de 4 meses y medio, añade la coordinadora del centro, María Victoria Rodríguez Solís, quien asegura que el público interesado está cambiando "antes venían más amas de casa y ahora no".
Nuevos aires para un oficio que cambia y se reinventa acorde a los tiempos, pero que mantiene esa esencia que lo mantiene imperecedero.


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